Orión A en el infrarrojo.
Orión A.
Crédito: ESA / Herschel / Planck; J. D. Soler, MPIA. |
Las estrellas se forman dentro de gigantescas nubes de gas y polvo dispersas por galaxias como nuestra Vía Láctea. Esta imagen muestra una de esas nubes, conocida como Orión A, vista por los observatorios espaciales de la ESA Herschel y Planck.
A 1.350 años luz de distancia, Orión A es la incubadora estelar de importancia más cercana a nosotros. La nube está llenísima de gas; de hecho, contiene tanto material que podría ser capaz de producir decenas de miles de soles. Junto a su hermana, Orión B, esta nube conforma el complejo de la Nube Molecular de Orión, una vasta región de formación estelar dentro de la constelación de Orión, que destaca en el cielo nocturno durante el invierno en el hemisferio norte y durante el verano en el hemisferio sur.
Los diferentes colores aquí visibles indican la luz emitida por los granos de polvo interestelar mezclados en el interior del gas, tal y como los observó Herschel en longitudes de onda submilimétricas y del infrarrojo lejano, mientras que la textura de las tenues franjas grises en la imagen, basadas en las mediciones de Planck de la dirección de la luz polarizada emitida por el polvo, muestra la orientación del campo magnético.
Como resulta evidente a partir de imágenes como esta, el espacio comprendido entre las estrellas no está vacío, sino lleno de una sustancia fría conocida como “medio interestelar”: una mezcla de polvo y gas que a menudo se aglomera. Cuando estas aglomeraciones son lo bastante densas, comienzan a desmoronarse por su propia gravedad y resultan cada vez más calientes y densas hasta que terminan por hacer surgir nuevas estrellas.
El magnetismo es un componente importante del medio interestelar. Los campos magnéticos permean el Universo y contribuyen a que las nubes de materia mantengan el delicado equilibrio entre presión y gravedad que acaba dando lugar al nacimiento de las estrellas. Los mecanismos que contrarrestan el colapso gravitatorio de las nubes de formación estelar no acaban de estar claros, pero un estudio reciente sugiere que los campos magnéticos interestelares desempeñan un papel significativo en el direccionamiento de flujos de materia en el medio interestelar y podrían ser claves a la hora de prevenir el desmoronamiento de las nubes interestelares.
De acuerdo con este estudio, la materia en el medio interestelar se une al campo magnético circundante y solo puede moverse a lo largo de sus líneas, creando una suerte de “cintas transportadoras” de materia alineada, como podría esperarse del efecto de las fuerzas electromagnéticas. Cuando estas interactúan con una fuente de energía externa —como una estrella en plena explosión u otro material en tránsito por la galaxia—, estos flujos a lo largo de las líneas del campo magnético convergen. El proceso crea una bolsa comprimida de alta densidad que parece ser perpendicular al campo en sí. A medida que cae cada vez más materia en su interior, la densidad de esta región aumenta hasta alcanzar el nivel crítico para el colapso gravitatorio y se derrumba sobre sí misma, dando lugar a la formación de estrellas.
Los datos que comprende esta imagen fueron recogidos durante las observaciones del firmamento completo de Planck y el programa “Cinturón de Gould” de Herschel. Operativos hasta 2013, tanto Herschel como Planck fueron esenciales para explorar el Universo frío y distante, y arrojaron luz sobre numerosos fenómenos cósmicos, desde la formación de estrellas en la Vía Láctea hasta la historia de la expansión del Universo.
El estudio fue publicado en Astronomy & Astrophysics (2019) por J. D. Soler, del Instituto Max Planck de Astronomía de Heidelberg (Alemania).
• Publicado en ESA el 18 de noviembre del 2.019, enlace publicación.